martes, 15 de junio de 2010

Por la humanidad

FHM obtuvo la primicia de nuevas historias en desarrollo por el inefable Cocodrilo Atrabiliario, entre las que se encuentra una novela corta, que bajo el título "Por la humanidad" versará sobre la invasión de alienígenas durante una guerra mundial. Lo peculiar de esta invasión es que no se trata de extraterrestres convencionales, sino de un misterioso fenómeno proveniente del espacio exterior, el cual arrasa con todo a su paso. De la misma manera, Cocodrilo se encuentra escribiendo un cuento sobre una conspiración que se desarrolla en el México de inicios de los años ochenta del siglo pasado, en la cual intervienen servicios de espionaje extranjeros, el Club Bilderberg –un ente que supuestamente domina la política mundial– y un grupo que pretende reinstaurar el antiguo imperio de los aztecas. La historia se llamará "Día de Muertos". Finalmente, escribe a tres pianos una suerte de comedia humana sobre las contradicciones que se dan en el seno de una institución pretendidamente humanista. Nomás del título, "Banquete de salvajes", puede darse una idea de cómo va a estar el asunto.

viernes, 7 de marzo de 2008

Presentación pública de "Una carta de amor"

Ayer jueves se presentó el cuento "Una carta de amor" en el salón de usos múltiples de la Casa de Cultura del Barrio de Tlaxcala, aquí en la ciudad de San Luis Potosí. Fue una plática entre amigos más que un acto propio de cuellos tiesos como acostumbran ser las presentaciones editoriales, en la que el perpetrador del texto narró sus intenciones y la manera en que estructuró su inusitada historia de amor. Se trata de una historia de pérdida y recuperación del amor como acto sublime, jamás consumado en lo carnal, pero que, no obstante, tiene consecuencias en el mundo real. Es una historia que conjuga lo real y lo imaginario tanto en el nivel literal como en el literario. Literal, ya que parte de una anécdota personal, la cual abandona el carácter biográfico para devenir ficción en tanto se narran acontecimientos jamás ocurridos. Y literariamente, la conjugación de lo "real" y lo imaginario se da en cuanto el personaje tiene una capacidad imaginativa que lo sumerge en mundos fantásticos mediante los cuales se evade de la realidad, incluida la propia relación con su amada.
El personaje tiene su complejidad porque se muestra como un sujeto amoroso por un lado, y belicoso, iracundo y hasta misógino respecto de otras mujeres, con las que mantiene una relación particular, una guerra de sexos interpersonal debido precisamente a su muy personal ethos erótico. Tiene esa ambivalencia propia de los seres humanos, que en este caso particular es la capacidad tanto de amar como de odiar.
Desde un punto de vista, por decirlo así, dramático, se trata de una historia de "no acción", paradójicamente contraria a la noción del drama en sí, en tanto en literatura el drama precisamente es acción, y acción con consecuencias. Pero, de nuevo paradójicamente, esta inacción tiene asimismo sus consecuencias: no luchar por hacer suya a la mujer de sus aficiones tiene como consecuencia que ella se case y forme una familia; pero, a la postre, en el corazón de la mujer se incuba una semilla, un gramo de amor por el protagonista, que en su circunstancia debiera ser un individuo frustrado, un antihéroe –lo contrario del héroe, pues–, por no decir un perdedor o un estúpido, pero que precisamente gracias a esa recuperación del amor, se convierte en el héroe de la novela y alcanza así una meta que de se daba por perdida. Este triunfo espiritual del amor lo coloca en una nueva relación respecto de su amada, de manera tal que la familia de ella es como si fuera la propia familia de él. Su no-acción, pues, tiene la consecuencia de hacerlo partícipe de un entorno familiar tal como debiera ser la consecuencia de un proceso normal –estandarizado, ordinario– de enamoramiento, emparejamiento y formación de familia. En medio de esto, sus aficiones platónicas lo colocan en la situación del amante imaginario, del amor igualmente imaginario por parte de su amada, y en la del mancornador respecto de un marido que se percibe a sí mismo como burlado, como cornudo, a pesar de que jamás se consuma carnalmente la supuesta y muy imaginaria infidelidad. Después de todo, comúnmente se afirma que la intención es lo que cuenta.

jueves, 21 de febrero de 2008

Acerca de los literatos alzados y otros criticastros

En exclusiva para For Her Magazine, presentamos la entrevista que le realizó nuestra avezada reportera Pamela Anderson Lane al controversial Cocodrilo Atrabiliario:

P.A.L: ¿Qué opinas de la crítica literaria?

C.A: ¡Apesta! Digo, no hay nada más subjetivo y, muy frecuentemente mala leche, que un crítico de obra artística. Simplemente son nauseabundas sus pretensiones de superioridad, de fijar un canon de lo que según él es arte y de lo que no es. Ciertamente hay mucha pacotilla que se vende como arte o como cultura. Dentro de esa pacotilla, en mi opinión, ocupan un lugar destacado las aseveraciones de ciertos críticos.

P.A.L: Eso suena muy fuerte.

C.A: ¡Lo es! Simplemente indigna la postura de algunos mentecatos. Y lo peor es que algunos artistas se presten a ese juego perverso, acaso para encumbrarse ellos sobre los personajes a los que atacan con furia iconoclasta. Por ejemplo, el otro día leí una entrevista con un novelista, no voy a decir su nombre, que señaló a Octavio Paz de ser un escritor "muy menor". Muy menor, ¿según qué parámetros? Y acusaba también a García Márquez de ser un mediocre, un escritor de léxico paupérrimo y todavía más escasa imaginación. Puras aseveraciones calumniosas y ni un solo argumento. En suma, una sarta de majaderías como "crítica literaria". Y esa crítica la hizo un autor de cierta fama, sí, pero que no ha alcanzado el reconocimiento que se le tiene a Paz o a García Márquez.

P.A.L: Parece una lucha por la sobrevivencia.

C.A: Una cena de salvajes. Son como ciertos "artistas" que se creen el non plus ultra sólo porque los apoya la mafia seudocultural de su localidad o porque tienen cierto reconocimiento en su rancho, y por eso menosprecian a otros que consideran mucho menos "talentosos". Se les olvida que la estatura de un escritor no se mide respecto del aprendiz, sino del maestro. Me recuerdan lo que dijo Zaratustra, que así como el simio es motivo de risa para el hombre, así el hombre le da risa al superhombre. Parafraseando, diríamos que así como cierta categoría de escritores es motivo de risa para los que se creen escritores auténticos, así estos petimetres serían ridículos para los escritores universales, para los Dante, los Shakespeare, los Flaubert o los García Márquez. ¿Quién se puede dar de veras un entre con estos? ¿Cuál obra de aquellos hay que salvar cuando venga el apocalipsis?

P.A.L: ¿Los premios estatales que se ofrecen son semillero de grandes artistas?

C.A: Mira, yo entré un par de veces a esos certámenes y me quedé en blanco. Realmente no sé cuáles son los criterios con que se premia o si al menos se leen los textos, todos los textos. Se habla de acuerdos previos, de arreglos en lo oscurito, pagos de favores o simplemente de que las autoridades se proponen incentivar la mediocridad. A juzgar por la calidad de lo que en muchas ocasiones se premia, sea en certámenes o becas, yo me quedo pensando que sí, que las autoridades se esfuerzan por fomentar la mediocridad. En verdad, no he encontrado más que unos cuantos casos en que la obra premiada de verdad me parece muy buena. Fuera de eso, uno se pregunta con quién hay que acostarse para que le den premio. Volviendo a tu pregunta, no, los certámenes estatales no son semillero para el gran arte, y yo me he formulado mi propia teoría de la conspiración de que igual y sólo son el intento de un grupete por fijar un canon de lo que debe ser la literatura. Y eso ya sería un verdadero crimen de lesa humanidad. (Risas)

P.A.L: ¿Cómo considerarías tu obra?

C.A: Por lo que te he dicho, y por la mirada con que me ves, has de estar pensando que me creo el gran artista. La verdad es que no me considero tal, sino una especie de artesano competente. Cuando escribo no pienso en crear una nueva escuela literaria o ser el autor de la última gran obra de la literatura universal. Simplemente quiero contar una anécdota de manera sencilla y clara, y que el lector comprenda lo que quiero decir y le agrade. Si lo logro, entonces alcancé el único objetivo que me propuse desde el principio. Yo soy como uno de esos pintores que se ponen en el jardín a hacer sus cuadros. Pueden ser muy bellos, pero no diría uno que hay que ponerlos en el Museo del Prado, ¿verdad? Lo mismo, hay cuentos, como los míos, que son buenos, pero tampoco les vas a dar el premio Nobel o van a quedar como la gran obra maestra de las letras hispanoamericanas. Y así no faltan cretinos que sienten que hacen escuela con su litebasura.

P.A.L: ¿Y entonces, por qué metiste tus cuentos a certámenes oficiales?

C.A: ¡Ajá! ¡Te atrapé, tunante! (Risas). La verdad, los metí por zonzo, pues pretendía que se les hiciera algún comentario, exponerlos a la crítica como quien dice. Me vi exhibicionista y muy, pero muy ingenuo. Por supuesto, jamás recibí comentario alguno. ¿Consideraba ser merecedor de un premio por mi obra literaria? A lo mejor, un poco. Digo, si han premiado bodrios, por qué no iban a premiar, por ejemplo, mi novela "Electra viaja en tren". Por cierto, esa novela la envié a algunos agentes literarios, de los cuales sólo me respondió una agente barcelonesa para decirme que había tenido dictamen favorable. Eso sí, a la fecha no he vuelto a saber nada de ella. Pero en fin, me hizo sentir como los postulados para el Óscar, que no ganan pero deben sentirse muy honrados de que se les haya tomado en cuenta. No puedo decir qué tan objetivo haya sido ese dictamen, pero sí puedo decirte que no se emitió por camaradería.

P.A.L: Bueno, ¿pero qué es una buena obra literaria?

C.A: Ésa es la pregunta más temible. No te puedo responder porque involuntariamente caería en la misma posición que critico, la de "fijar" un canon excluyente de todo lo que no entre en él. Alguna vez le hicieron esa pregunta a un escritor ecuatoriano, y éste respondió que una buena obra literaria es aquella que te cambia la vida. La opinión, que no definición, parece buena, pero es muy subjetiva, rematadamente ingenua, y desde luego, le abre la puerta a la subjetividad de cada quien. Por ejemplo, para este mismo escritor "El código Da Vinci" es una mierda, bueno, hasta "Cien años de soledad" es una mierda. ¿Pero cuántas personas en el mundo sentirán que esas obras les "cambiaron" la vida? Y así, según la docta opinión de ese autor sudamericano, serían grandes obras de la literatura hasta ciertos libros de superación personal. Yo siempre he pensado que la respuesta a tu pregunta sólo la tiene la esfinge, esa esfinge que constituyen las generaciones de los hombres futuros. Lo nuestro sólo son puras invenciones de hormigas.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Electra viaja en tren. Su aniversario.

El próximo noviembre se cumplen los 15 años de que el grupo "A" de estudiantes, que integramos la generación 1990-1994 de la escuela de ciencias de la comunicación, realizamos nuestra "película" Electra Viaja en Tren, con el guión del compañero y amigo Óscar Alejandro Martínez Álvarez. Este decimoquinto aniversario me parece una buena oportunidad para publicar este año la novela que escribí a partir del guión de marras. En lo personal, la historia en sí me pareció fascinante, aunque no me gustó mucho la manera en que se desenvolvió y jamás me creí el edulcoradísimo final que tuvo la "película". Quizá ello se debió en parte al poco oficio de todos nosotros, apenas estudiantes universitarios que se pusieron a jugar a las películas para la calificación final en cierta materia de la currícula, pero también me pareció que hubo mucha desgana, principalmente por parte de los actores, quienes parecían estar haciendo las cosas a la fuerza, sin importar que ellos solos se echaron el papelón a cuestas, de pronto sólo por el puro ego de verse actuando en un video. En ese proyecto yo trabajé como musicalizador y como extra en la escena final del andén, en la estación de trenes frente a la alameda de esta ciudad de San Luis Potosí, ataviado con una gabardina a lo Bogart y fumando el único cigarro que me he fumado en mi vida.

Una Carta de Amor, ya a la venta


Mi más reciente creación literaria se encuentra a la venta en librerías de la ciudad de San Luis Potosí. Por ahora se pueden adquirir ejemplares en las librerías Ochoa y Española (centro histórico). Próximamente estaremos en la librería Universitaria y en donde nos admitan. Ha sido un proceso de tocar puertas y ser rechazados en algunos sitios. Por ejemplo, en el Sangrons nos hicieron esperar más de quince minutos para que nos salieran con la batea de que sólo ofrecen productos de su catálogo y que se requiere autorización del D.F. Y es que algunos todavía creen en el centralismo. Ni modo.

Una carta de amor. Entrevista virtual

Sir Ralph Guggenheim entrevistó en exclusiva para su periódico cosmodemónico al autor de Una Carta de Amor, quien pese a su mala fama como agresor de impertinentes accedió muy amablemente a la charla:

S.R.G: Hay una pregunta que inquieta al público que ha leído tu Carta de amor, ¿es una anécdota real?

C.A: Estamos hablando de una suerte de leyenda. Una leyenda urbana erótica, diría. Como toda leyenda, tiene su parte verídica, sucesos que acontecieron alguna vez, hace ya muchos años, cuando era un jovenzuelo universitario, allá en la ahora Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

S.R.G: ¿Existió realmente tu Fermina?

C.A: Sí, sí existió. Era una estudiante a punto de egresar de la escuela de comunicación. Era muy bella.

S.R.G: ¿Se parecía a Greta Garbo?

C.A: Había ciertos elementos en su fisonomía que me recordaban a la Garbo, especialmente a la de la Reina Cristina. La nariz, la mirada melancólica...

S.R.G: ¿Y cómo se llamaba? Queremos saber.

C.A: Y los voy a dejar con las ganas. Sólo les voy a decir que se llamaba Ana Celia, pero jamás revelaré sus apellidos y miren que con eso ya les dije más de lo debido.

S.R.G: ¿Qué fue de ella, la has vuelto a ver?

C.A: Recién que la conocí, de vista, me enteré de que se iba a casar, más o menos como lo cuento en mi Carta, pero cuando se marchó de la escuela, no volví a saber de ella.

S.R.G: ¿Te gustaría saber qué fue de ella, volverla a ver?

C.A: No lo sé, quizá no. Prefiero recordarla como en aquel tiempo. Ya sabes que la realidad mata los ensueños.

S.R.G: En tu cuento tiendes a mostrar el tipo de idealización que se nota en tus palabras, ahora. De hecho, hay detalles en la atmósfera urbana, por ejemplo, que causan cierto desconcierto en algunos lectores.

C.A: Más que mostrar un tipo que idealiza todo, mi intención con respecto a esa idealización de los espacios urbanos potosinos era la de ironizar la realidad. Por ejemplo, la avenida Zapata es sencillamente horrenda, no hay un solo edificio estético. Y ya ves que en mi cuento hablo de palmeras tipo Beverly Hills, y rascacielos radiantes y edificios art déco. Pura ironía.

S.R.G: Volviendo a tu sublime affaire, ¿cómo conociste a tu amada?

C.A: Ese es uno de los detalles que narro más o menos fielmente en la novela. Las acciones sucedieron tal como las describo, los pensamientos del personaje son meramente literarios.

S.R.G: ¿qué otros sucesos son verídicos?

C.A: Por ejemplo, la anécdota del "adiós corazón", la cacería fotográfica, el pleito con la gorda, si bien éste sucedió en otro contexto...

S.R.G: ¿Y la carta?, ¿le escribiste una carta de amor?

C.A: Por supuesto. Ésta misma.